Conociéndote a ti mismo

¡Buenos días!

La entrada de hoy apenas va a tener teoría (aunque de todo se puede sacar algo en claro) y nos vamos a centrar en la práctica. En muchas ocasiones tenemos a nuestra disposición todas las teorías, planteamientos, modelos o conocimientos relativos a un tema (en este caso, la orientación), e incluso podemos memorizar y sabérnoslo todo de memoria. Sin embargo, a la hora de llevar a cabo nuestra práctica profesional como orientadores puede que nos encontremos limitados o ante situaciones inesperadas que no aparecían en los libros, o, simplemente, recordar que "la teoría es muy bonita, pero lo difícil es llevarlo a la práctica" por todas las variables que no están a nuestro alcance para controlar. 

En el ejercicio vamos a abordar diferentes situaciones que podemos encontrarnos en orientación. Algunas consideraremos que son más fáciles de llevar, mientras otras pueden que nos cuesten, e incluso no sepamos ni siquiera por qué. Y, es que, aunque con la práctica y los años en la profesión consigamos aprender a poner barreras entre el paciente y el orientador, somos personas a las que nos afecta el mundo y las vivencias de otras personas, por lo que somos sensibles a experimentar diferentes sentimientos ante determinados relatos. Para ello, en la práctica de hoy vamos a exponer una serie de casos: deberás imaginar que te encuentras ante un paciente con esas diferentes situaciones, e identificar si esas historias:


  • Te hacen sentirte incómodo
  • Te parece difíciles
  • Te parece muy difíciles
¡Comencemos!

  1. Una madre joven dice que ha pegado algunas veces a su hijo de dos años porque llora mucho y no quiere comer.
  2. Un joven de 17 años dice que se siente muy solo y que practica el sexo con cualquiera. Le da igual el tema del VIH. Lo único que quiere es pasarlo bien.
  3. Una mujer dice que su marido ha estado bebiendo en exceso durante mucho años. A ella le gustaría dejarle, pero no se atreve a tomar la decisión.
  4. Un joven hace comentarios racistas sobre personas pertenecientes a grupos minoritarios.
En el cuaderno de aprendizaje que podríamos construir acerca de estas situaciones, reflexionaríamos acerca de las siguientes preguntas:
  • ¿Qué tienen en común estas situaciones?
  • ¿Que es lo que te resulta difícil?
  • ¿Hay alguna que te resulte especialmente incómoda?
  • ¿Qué es exactamente lo que hace que te sientas incómoda/a?
Esta es una de las prácticas que llevamos a cabo en clase, aunque con más casos. He puesto como ejemplos estos porque son algunas de las que más me costaría abordar, puesto que me resultan muy difíciles, incluso alguna de ellas incómoda, como es el caso de la última. Creo que me costaría tratar con una persona que realiza ese tipo de comentarios racistas, al igual que se me haría difícil trabajar con una persona machista u homófoba, debido a que no comparto sus ideas y me repelen. Sin embargo, es posible que en un futuro nos encontremos con personas así, y la cuestión que me aborda es "¿sería capaz de trabajar con ellas?". Considero tremendamente complicado tratar con una persona con la que sientes no solo que no tienes afinidad, sino incluso rechazo. Es difícil intentar ayudar a una persona que podría desprestigiarme por el hecho de ser mujer, o por el hecho de llevar pintadas las uñas. A mí, como mujer, me costaría. Sin embargo, creo que no trabajamos en la orientación para que nos pongan casos fáciles o casos que se acomoden a nuestros requisitos. Somos orientadores porque nos gusta ayudar, aunque las circunstancias de esa persona te lleven a pensar si de verdad vas a conseguir aguantar sentado al lado de esa persona. Además, a mí me puede doler el hecho de que me subestimen por el hecho de ser mujer, pero a otra persona puede suponerle sufrimiento una situación de abandono a un hijo, por el hecho de haber vivido una experiencia parecida en el pasado, por ejemplo. Así, si comenzamos a reflexionar, ¿en qué se basa un orientador para darle ayuda a toda persona? Es obvio que no seremos los primeros ni los últimos en encontrarnos en esta tesitura, pero, ¿cómo han conseguido nuestros colegas enfrentar estas situaciones? Hay una breve pero completa justificación de por qué un orientador de verdad ayuda a toda persona, aunque se sienta incómodo: por el hecho de ser persona. Toda persona por ser humano tiene dignidad, y, por ese motivo, tiene derecho a que le ayuden y orienten. Existen numerosos puntos de vista sobre algo, perspectivas y opiniones (y con esto no pretendo justificar ningún tipo de discriminación), pero si hay algo en común en todas las personas, es que son personas. Si en lugar de estos casos tan extremos, abordásemos otros menos radicales con actitudes que igualmente no nos gustan, ¿también les dejaríamos? ¿dejaríamos la terapia? Puede que para nuestro colega el motivo que hayas utilizado no sea relevante, pero para ti sí, o viceversa. No podemos ponernos en la encrucijada de qué casos tratamos y cuales no, porque nos desvalorizaría como orientadores. 

No pretendía que esto fuese una charla o un discurso acerca de los casos a tratar en orientación, pero, tal y como dice el título de la entrada, esto consiste en conocerse a sí mismo, ¿y que mejor manera de hacerlo que reflexionando?

Espero que el post de hoy sirva para que todo el mundo se conozca un poco mejor, y le ayude a reflexionar sobre la dignidad humana.

¡Nos vemos pronto!


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